sábado, 2 de mayo de 2009

Ser educadores en la Sociedad de la Información

Los contundentes cambios y transformaciones que acontecen en el mundo en el que vivimos y llevamos adelante nuestra labor docente, nos están interpelando a modificarnos en tanto sujetos sociales y, correlativamente, en el rol que desempeñamos en dicho contexto social. En nuestro caso: el de educadores.
Vivimos y trabajamos en la denominada Sociedad de la Información (en adelante S.I.) y el evidente impacto de los cambios que se registran en las esferas de lo cultural, lo social, lo económico, etc., nos lleva a plantearnos preguntas casi filosóficas en relación con el ejercicio de una profesión sobre la que habíamos logrado construir algunas certezas sobre qué enseñar, cómo y para qué.
Actualmente, las viejas respuestas ya no cubren las demandas del contexto, un contexto signado por los avances tecnológicos y comunicacionales, que ponen en jaque, la tarea de enseñar. Nos preguntamos entonces: ¿qué significa ser docente hoy? , o incluso, ¿qué implicará ser docente en el futuro?
Lo primero que conviene hacer para intentar buscar respuesta a los interrogantes señalados, es intentar acercarnos conceptualmente al fenómeno de la S.I., para luego poder inferir sus implicaciones al momento de re-pensar una praxis particular. Es decir, como educadores debemos empezar por mirar qué sucede afuera de la escuela –ámbito natural de nuestras prácticas educativas- para luego, llevar adelante procesos comprensivos de lo que sucede dentro de ella.

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¿Qué es la Sociedad de la Información?

Como señala Martin Becerra, la S.I. es un conjunto de procesos complejos cuya caja de resonancia (percutor) son los cambios tecnológico-comunicacionales. Con esta idea, hace ingresar en una dimensión de complejidad los rasgos del contexto que nos rodea, en ocasiones sólo reducido al fenómeno Internet y sus ecos. En tal sentido, vivir en la S.I., no es sinónimo restrictivo de era Internet. Dicho fenómeno es sólo una parte del todo, una manifestación más de dicha sociedad. En términos de Becerra, la S.I. incluye y excede a Internet.Este aporte es fundamental en la medida en que despoja de cierto carácter instrumental u operativo el ámbito de impacto de la S.I., y evita que circunscribamos el campo de lo cultural a lo que acontece fuera de la aparente banalidad material de la red. Pertenecer a ella no significaría solamente participar de la red o de la dinámica de otros cambios tecnológico-comunicativos, o no. Sino que, aún no teniendo vínculo material u operativo con dichos fenómenos, igual estamos inmersos en este nuevo contexto social, y de igual forma atraviesa nuestras experiencias cotidianas.En tanto objeto conceptual complejo, Becerra señala que la S.I. ha sido analiza desde múltiples perspectivas desde la década del cincuenta hasta la actualidad. El recorrido teórico va desde corrientes post-industrialistas que plantearon a la información/conocimiento como insumos estructurantes de los procesos productivos, pasando por el auge de los avances en microinformática que dispararon grandes expectativas en relación con los avances tecnológicos. En esta época se avanza en estudios prospectivos de la S.I. Más adelante, en la década del noventa el foco de atención pasará a las políticas públicas de comunicación y de ella se derivarán el interés por las temáticas/problemáticas del acceso, entre otros. Finalmente, una línea crítica instala la preocupación por los factores económicos y su impacto en los procesos y actividades culturales, comunicaciones e informacionales.Desde una lectura apresurada, puede pensarse que nada aporta al esclarecimiento del concepto de S.I. la complejidad conceptual que el autor que seguimos presenta. Sin embargo, allí reside su mayora aporte. En señalar la complejidad de miradas y de actores desde los cuales es posibles conferir significado a la S. I.


La escuela en la S.I.
Hemos dejado en claro el carácter fundamental del espacio social en el que se encuentra inserta la escuela: la complejidad. A continuación les propongo ingresar en ella para acercarnos a una reflexión de las demandas que la S.I. efectúa a la escuela y a los educadores.Si pensamos en la tríada Docente, Alumno y Objeto como punto de partida para re-pensar el lugar y la tarea de la escuelas en el siglo XXI, son evidentes las diferentes manifestaciones de la crisis de identidad de la institución educativa y sus principales componentes.Alumnos aburridos y desinteresados por las prácticas tradicionales y cada vez más cercanos a la caja de percutora de Internet -parafraseando a Becerra-, maestros acorralados por la urgencia de cambios en sus metodologías de trabajo, en sus estrategias; forman parte del paisaje actual de los establecimientos educativos. Una clave profunda para comenzar a comprender la naturaleza de los cambios a los cuales alumnos y docentes estamos, al mismo tiempo, expuestos y convocados está dada por los cambios que la S.I. introduce en los rasgos del Objeto mediante el cual ambos actores se vinculan: el conocimiento.En este punto son oportunas las consideraciones que en torno a los nuevos desafíos educativos, realiza Edgar Morin en su libro “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”. En dicho texto ocupan un lugar relevante las ideas en torno al conocimiento y sus dinámicas de adquisición, de configuración y de distribución en la educación del siglo XXI. Recogemos en la siguiente sección del post algunos de sus aportes más relevantes.

El educador en la S.I
Sin duda, una interesante idea desarrollada en el módulo “Transformaciones y Desafíos en la Educación”, fue el de las denominadas paradojas del rol docente. Siguiendo a A. Heargraves (2003) se señaló las múltiples funciones que los educadores están convocados a desarrollar en la S.I. A saber: impulsores o promotores de la S.I y sus promesas, cuestionadores -frente a sus procesos de exclusión y desigualdad-, y víctimas en relación con el impacto que en ellos mismo tienen las políticas económicas que repercuten en sus condiciones de trabajo.En tal sentido, se hacen necesarios el surgimiento, o bien, la construcción de un nuevo perfil docente que se capaz de sortear con mejores herramientas los obstáculos de el intrincado camino de la enseñanza en el nuevo siglo. Apertura, flexibilidad, capacidad autocrítica, disposición a romper los bloques y compartimentos de las disciplinas, predisposición a la tarea colaborativa y en red…son todas nuevas demandas para quienes ejerzan la docencia en el futuro, o bien, para quienes deseamos continuar en sus derroteros con cierta perspectiva de éxito.

Enseñar un conocimiento pertinente
Morín E. (1999: 14) señala que el problema universal de todo ciudadano del nuevo milenio es cómo lograr el acceso a la información sobre el mundo y cómo lograr la posibilidad de articularla y organizarla, cómo percibir y concebir el Contexto, lo Global (la relación todo/partes), lo multidimensional, lo complejo.Ésta sin duda constituye una línea de acción concreta en relación con una pregunta clave de nuestra tarea: ¿qué debemos enseñar? En tal sentido, estamos convocados a enseñar la complejidad en un contexto también complejo. El conocimiento es hoy más que nunca multidimensional y ya no admite miradas reduccionistas o compartimentadas. Desde un punto de vista didáctico-metodológico, es una invitación a transitar la interdisplinariedad en los abordajes escolares. Ésta se constituye una necesidad difícil de llevar adelante en virtud de la tradición transmisora de la escuela que tiene su raigambre en principios fundacional del establecimiento educativo como espacio de circulación del aprendizaje legitimado.


Enseñar la humanidad
Uno de los errores de la mirada reduccionista en relación con la S.I –como vimos al comienzo de nuestro artículo-. Es poner el énfasis en sus manifestaciones materiales o concretas. Dicho fantasía se traduce en temor, de la sociedad en general y de los educadores en particular, de la inminente deshumanización que involucra el nuevo contexto tecnologizado. Sin embargo, E Morin (1999) en el texto que analizamos presenta como un rasgo distintivo de la educación del futuro, la labor de enseñar con la mirada centrada en la condición humana.Ayudar a comprender a nuestros alumnos la dinámica global de la que participan, sobre la base de una profunda comprensión de su condición biológica-social-cultural, es hoy una tarea tan ardua como impostergables. En términos de Morin:

“[…] Todo desarrollo verdaderamente humano significa desarrollo conjunto de las autonomías individuales, de las participaciones comunitarias y del sentido de pertenencia a la especie humana. (1999:25)”
¿De qué modo podría impactar concretamente una enseñanza centrada en la complejidad, la totalidad, la comprensión de lo humano? A nuestro juicio puede brindar aportes efectivos para ayudar a entender las fracturas y fisuras del contexto global -siempre atisbado de desigualdades y diferencias que llenan de desaliento y escepticismo a nuestros alumnos-. Tomar este camino puede ser una vía para recuperar la escuela como espacio apto para la comprensión. La comprensión moviliza, dispara la acción, por el contrario; no entender, frustra, obtura y hace abandonar cualquier empresa, por ejemplo: la del sentido de aprender.Enseñar la comprensión.
Como señala E. Morin (1999) la comunicación triunfa y el planeta está atravesado por redes, faxes, teléfonos celulares, módems, Internet, y pese a ello la incomprensión sigue siendo general. En consecuencia, se vuelve necesaria la reflexión sobre el problema de la comprensión para los educadores del futuro. El valor de esta premisa radica en que comprender implica procesos de aprendizaje y re-aprendizajes permanentes. ¿Cómo operativizar estas consideraciones frente al trabajo cotidiano en el aula? qué lugar tendrán las tecnologías en el logro de las metas educativas -principales manifestaciones y vehículos de los cambios a los que asistimos-? Los procesos de enseñanza son, en primer lugar procesos de comunicación y en segundo lugar intencionados. Se trata de acciones comunicativas cuya intencionalidad es hacer crecer el repertorio de conocimientos, actitudes y aptitudes de que dispone el receptor. Este rasgo de la enseñanza, por sí solo, hace que unas tecnologías, que están pensadas y diseñadas para la comunicación, tengan su espacio y su interés (Cabero Almenara J., 2007: 20) Creemos que poner en diálogo todo lo expuesto puede llevarnos a la conclusión de que una vía interesante y concreta para el aprendizaje comprensivo de la complejidad puede estar dada por la incorporación y uso significativo de las tecnologías a los procesos de enseñanza. Éstos, en tanto son procesos básicamente comunicativos, pueden ser un espacio privilegiado para la formación y preparación de los ciudadanos del nuevo milenio.


Recuperar el sentido de ser educadores
Tras un recorrido por las reflexiones de E. Morin creemos que es posible afirmar que no tienen sustento los temores por la desaparición de la escuela como espacio de circulación de saberes y conocimientos, ni tampoco la extinción del educador en su rol de comunicador de dichos conocimientos. Sin embargo, es son necesario que éste realice un re-aprendizaje de su rol, más acorde con el signo de los tiempos de la de la llamada S.I. Esto es: más cercano a lo complejo, lo diverso y lo descentralizado. En tal sentido, la escuela y sus docentes lejos de estar en una crisis previa a su extinción, están transitando una crisis de profunda transformación. Quizás su principal desafío sea com propone Morin, soportar mientras logra sus nuevos propósitos la incertidumbre que supone enfrentarse a lo complejo hasta poder construir certezas provisorias y en constante movimiento. El principal aprendizaje es ése: ya nada es permanente, o bien, nunca nada lo fue, fundamentalmente nosotros mismos.


Bibliografía consultada
Morin Edgar (1999): "Los siete saberes fundamentales para la educación del futuro", París, UNESCO.
Módulo 1 (Sesión 1 y 2) "Transformaciones y desafíos de la Educación" (Desarrollo y lecturas sugeridas), de la Diplomatura en Educación y Nuevas Tecnologías, FLACSO Virtual.



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